miércoles, 14 de noviembre de 2007

Los de abajo


La propuesta era innovadora. Había decidido depositar su futuro en manos de sus subordinados y no de sus superiores. Así que, a partir de ese momento, no serían sus jefes quienes le dirían si seguía o no en el cargo, sino todos los que estaban bajo su responsabilidad. Mientras ellos confiasen en él, se mantendría en el puesto contra viento y marea pero, desde el momento mismo en que le diesen la espalda, firmaría su renuncia...

Cuando el más anciano planteó esa parábola a sus compañeros de gabinete (con las corbatas flojas y las chaquetas sobre el respaldo de la silla tras una dura jornada), las reacciones fueron muy diferentes. Uno de ellos, el más cuestionado tanto por los medios como por la opinión pública, aseguró con desprecio que, por mucho que pidieran su cabeza en la calle, él no pensaba largarse a menos que se lo ordenase alguien con más poder que él.

Su compañero de más edad se apresuró a corregirlo. "Para tu caso en concreto, mi historia no sirve, porque esos que quieren tu cese no están por debajo de ti: los ciudadanos que oyes protestar son los que te han sentado en ese sillón que ocupas...".

Portada del 13 de noviembre.

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